El 11 de Septiembre de 2001 marcó un punto de inflexión. Para muchos más allá del atroz atentado terrorista, aquel hecho suponía la contemplación a escala global de un nuevo tipo de guerra. No fueron pocos los que, en un ejercicio de pesimismo, vieron en aquella acción el comienzo del siglo XXI. Pero rara vez los hechos tienen un sentido aislado y ese acto concreto formaba parte de toda una cadena de conflictos y enfrentamientos que se pierden en la noche de los tiempos. Más allá del inmenso dolor de las personas y familias afectadas, la representación escénica de la muerte en su sentido más espectacular supuso un estremecedor recordatorio de la capacidad de destrucción e iniquidad del hombre.
Al mismo tiempo miles de seres humanos murieron ese 11S en otras partes del mundo victimas de guerras, hambre, sed y enfermedades fácilmente curables, pero esa cifra no escandalizó ni fue portada de ningún periódico. Y, aunque parezca no tener relación, detrás de todas esas muertes late una misma razón, el egoísmo. Se pueden establecer y determinar tesis económicas, políticas, religiosas, filosóficas,…todas ellas validas, pero si vamos a la raíz nos encontramos ese sentimiento, esa forma de estar en el mundo en la que el desmedido interés propio avasalla con todo lo demás. El egoísmo toma así forma como sensación de separatividad y escisión del ser humano, estableciendo una frontera inquebrantable entre tu y yo, lo mío y lo tuyo, lo nuestro y lo de ellos.
Hace miles de años unos sabios, científicos del cuerpo y de la mente, vislumbraron la causa de los problemas del ser humano, aquello que nos hace violentos, angustiados, ignorantes, deprimidos, en definitiva; infelices. Y desarrollaron un sistema de técnicas físico-mentales para superar todos esos conflictos que, teniendo un origen interno, se manifestaban hacia el exterior tanto individual como colectivamente creando un mundo teñido por el dolor, la desesperanza y la soledad. Ese conjunto de técnicas se denominaron Yoga, que significa UNION. Esta palabra es una de las claves para entender la génesis de los problemas.
No es casualidad que a partir del 11 de Septiembre en la ciudad de Nueva York comenzasen a surgir centros de Yoga por todas partes. En el inconsciente de los habitantes de esta ciudad latía el mismo afán de sentir esa unión. Colectivamente surgió un impulso irrefrenable de buscar más allá de las ambiciosas metas personales. Apareció la necesidad de encontrar sentido a la vida, a sus vidas, a un entendimiento autentico que rompiese con esa jungla de egos y el sórdido aislamiento del día a día que el fatídico atentado había evidenciado. Durante el tiempo que viví en Manhattan pude contemplar esa transformación en primera persona. Aunque la rutina suele ser un aliado de la inconsciencia, muchos de los habitantes de Nueva York transformaron sus vidas; cambiaron su cotidianidad, trabajo, entorno, actividades, y buscaron dentro de si mismos para descubrir algunas respuestas.
Todos en mayor o menor medida vivimos sumidos en esa rutina. Con el paso de los días nuestras inquietudes más profundas se desvanecen. Nos convertimos en criaturas enajenadas, en involuntarios autómatas, y nos lanzamos a una vida donde las prioridades pasan por acumular posesiones y conseguir nuestros propios intereses. Nos transformamos en individuos inquietos identificados con nuestras posesiones hasta confundirnos con ellas, tejiendo con los problemas una pegajosa red de la que no sabemos escapar. Entonces la infelicidad, la frustración, el desasosiego, las enfermedades se instalan en nuestra vida como si formaran parte inseparable de ella y el desequilibrio mundial toma fuerza alimentado por millones de seres humanos perdidos y confusos.
Aunque en esta desdicha y mediocridad cotidiana todo parece estar en cierto orden, quizá algún día, un hecho trágico, una enfermedad, una ruptura, un cambio inesperado, algo…, se cruce en nuestra vida y, como si el sol hubiese aparecido en mitad de la noche, comenzamos a ver otra realidad donde podemos contemplarnos a nosotros mismos desamparados como simples objetos pasivos ante los acontecimientos.
La búsqueda interior, de todos y cada uno de nosotros, es la mejor respuesta a estos males, los nuestros y los del mundo. La verdadera revolución está en el interior. Transformándonos cambiaremos el mundo. No hay otra receta. Filosofía, política, religión, todas ellas pierden su autentico valor si no pasa por una verdadera transformación personal.
El Yoga bien trabajado y estudiado es una experiencia directa a la transformación. Con una práctica certera y constante cada día se convierte en un paso adelante hacia la Felicidad.
En próximos artículos iremos avanzando por esta experiencia.
Chema Vílchez, músico y profesor de Yoga
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